lunes, 18 de marzo de 2013

Testimonio de una garzona


Ahí vienen entrando pintosos y  dichosos,
Los señores y señoras al restorán,
Con su mejor tenida,
Y quien sabe con qué humor,
El punto es,  que más que a comer
Parecieran que vienen a figurar,
A demostrarle al vecino de al lado
O a ellos mismos,
Que su cuenta corriente está bien gorda,
Pero lo extraño es
Que  de propina no queda nada,
¡Arrogantes!
Farsantes
¿Para qué?
Me pregunto.
(No digo que todos,
Hay clientes muy buena onda
Y que valoran la atención)
Pero siempre hay quienes
Al parecer
No tuvieron buen sexo
Y  todos les molesta.

Y la rapidez, si por favor la rapidez,
Se considera en la propina,
Me hubiera gustado
Haber tenido alas
Para atenderlos mucho más rápido
A los bonitos,
Pero tengo pies
Y es como si tuvieran alas
Los pobrecitos.

Estos señores,
Que nadie sabe quiénes son realmente,
Doctores, abogados, profesores,
Y sus señoras,
Un poco más altaneras,
Otras sin voces,
El marido decide
Lo que va a comer la doña,
Algunos educados
Pero nadie sabe como son estas personas
Serán  quizás criminales,
Golpeadores,
Malos padres,
Mitómanos
Violadores,
Ladrones,
Serán de esos supuestos trabajólicos
Que le dedican un día a la familia,
Y andan de mal genio
Porque no pudieron ver a su amante.

Siento que uno de los motivos
De ir a un restorán es
Sentirse con algún grado de poder,
Sobre todo,  aquellos
Que acostumbran a  tener personal
A su disposición,
Se dan el lujo
De basurear a los garzones
Y aquellos que tienen complejo
De patrones
Qué bien se sienten
Disponiendo de una persona
Para  pedir cuanta cosa
Que sacarina
Que sucralosa,
Que una y otra cosa,
Que un café por favor,
Le llevas el café
Y luego te dicen
-          Yo no pedí café.
Y ahí te quedas
 De vuelta con el café,
Y un rostro de los mil demonios
(Porque no se puede tratar mal al cliente,
Te acusan al jefe
Y adiós trabajo).
Y es fácil darse cuenta
Que la gente es sorda,
Sí,  muy sorda,
te preguntan
¿Que  tiene para almorzar?
Y una con su mejor cara,
le dice
-Tenemos salmón,
Corvina y merluza, choritos al vapor,
Pailas marinas, empanadas…
Y te preguntan
-          ¿Y no tiene congrio?
¡Bueno y no te acabo de nombrar
Lo que hay para almorzar
¡Viejo estúpido!
-          Ay yo voy a comer Choritos al vapor,
Pero que los choritos no sean negros,
Porque  yo soy racista
Me confesó un día una vieja.
-          Así es que me los escoges
Con la carne blanca por favor,

Y ese es el momento en donde
Dan ganas de golpearle con la bandeja
Su delicada cabeza.
                  A veces también he ido a restoranes
En calidad de cliente
Y de invitada,
Pero siempre me pregunto
¿Quién se habrá sentado antes en esta mesa?
¿Qué se habrá planeado en ésta mesa?,
Cuántas personas se habrán desahogado
Y haber dejado sus malas vibras,
Cuantos  habrán salido de este lugar
A cometer un delito,
A continuar con sus vidas miserables.
Y es que los garzones
Tampoco tenemos
La autoridad de responder a los clientes,
Porque el trabajo es el trabajo,
Los clientes son los clientes
(Y para tu jefe tú sólo eres la moza,
Qué palabra tan despectiva
Utilizan algunos todavía).
Es como decir ahí viene el guacho.
Una vez, una familia
Me sacó de quicio,
Andaban todos enojados,
Todo era lento
Y  digamos que eran clientes especiales,
Al final, la señora me pidió un café,
Luego me preguntó
Qué se le podría echar al café
Para que no estuviera dulce,
Yo le dije, tajante,
-          Sal, señora, échele sal.
Por supuesto no recibí
Nada de propina
Y tampoco la esperaba.
A las personas
        Les gusta esto  de que los ensalcen,
Y quien los atienda
Se muestre simpático,
Más bien cínico.
Sí, eso les gusta, el cinismo.
         Hay tantas cosas más que se podrían
Decir respecto a este trabajo,
Que el sueldo es bajo,
Que las exigencias son muchas,
Y lo más importante.
El trato.
La gente no tiene la costumbre
De tratar a otro
Lejano a su círculo de clases,
De manera agradable.

                                                                                                                                             18/03/2013


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